lunes, diciembre 31, 2007

Gracias Salomé...


Fue el año 1983 cuando nos pudimos al fin conocer, yo venía de visita a conocer y a despedirme a la vez de mi abuelito que estaba muy enfermo. Fue demasiado entretenido ese viaje. Me consentiste en todo lo que pudiste, almuerzos a la carta, tostadas al desayuno, la famosa polenta y cuanta novedad culinaria, que dicho de paso siempre fue tu gran entretención. También te gustaba mucho tejer, y me dejabas ayudarte con esa maquinita que metía mucha bulla que servía para no se qué cosa. Algunos años más tarde me devolviste la visita, dormías en mi pieza en el camarote abajo, que en las noches traviesamente era bombardeado por un oso gigante. Salimos de vacaciones esa vez, íbamos en la van de mi papá cuando abriste ese tarro de galletas danesas que tanto te gustaban y yo quise sacar una de cada una (eran muchos tipos) e hiciste como que ibas a llorar y solamente saque dos. Pasaron unos pocos años más y volví para quedarme. Fuiste escencial en esa etapa difícil que me tocó vivir, acogiendonós en tu casa. Inolvidables los días domingo de familia, los sandwich de tomaté que me esperaban después de todas las pichangas que jugaba con mis amigos. Cuando regabas el patio y el jardín era lo máximo, porque yo sabía que a alguien mojarías y se iniciarían esas interminables guerras de agua que hacíamos entre todos. Pasaron un poco más los años y ya no vivía más contigo pero igual te visitaba de vez en cuando. Tradición pasar la navidad en tu casa, con el ritual de entrega de los regalos. Vine a descubrir una nueva veta en ti, sabías hacer payas, aunque tú le llamabas rimas y me hacías reír mucho, lo mejor es que al parecer heredé tu talento. Llegó el momento en que me tocó salir de 4° medio y fuiste mi invitada especial a la cena de graduación. Cuando supiste que iba a tener un hijo te pusiste manos a la obra y con mucho sacrificio le tejiste una manta, la última que tejiste. Siguieron pasando los años, fuiste dejando la cocina de lado, dado que comenzaste a olvidar algunas cosas, a pesar de eso estuviste en uno de los momentos más importantes en mi vida, mi matrimonio. Acogiste a mi señora como una nieta más, entregándole el mismo cariño que a todos nosotros. Siguió pasando el tiempo, recuerdo una vez que te llamé y te pusiste a llorar, lloramos los dos, el problema era que te sentías inútil porque ya no eras capaz de hacer las mismas cosas de antes. Mi hijo era la gran entretención los días sábado, primero aprendiendo a caminar y más adelante con los distintos juegos que jugaba en tu casa junto a la infaltable Tía Chela, que fue la primera en dejarnos este 2007. En Agosto celebramos tu cumpleaños y a la semana siguiente todo cambió para siempre; aún no entiendo porque empeoraste tanto. Fue así como llegamos al 26, día en el que sentado afuera en el patio de tu casa se me vinieron éstos recuerdos y otros tantos más. Un día más tarde me tocó hacer el mismo recorrido que hacía contigo cuando vine por primera vez a Chile, cuando junto a mi primo caminábamos desde tu casa al Parque Jardín a dejarle flores a mi abuelito, no más que ese día te íbamos a dejar a ti junto a él y mi Tía Chela. Abuelita Natalia ó Salomé como te decía a veces para molestarte, sé que estás descansado y que algún día nos volveremos a encontrar. Por mientras disfruta a mi abuelo, a mi Tía Chela y de vez en cuando hazle algo rico a mi gran amigo Lucho que también está donde tú estás. Te llevaré por siempre en mi corazón; Gracias Salomé...